Preciosa fotografía donde se aprecia la estructura de la torre, así como su mal estado de conservación. Desde comienzos de siglo, tenía colocados unos zunchos de hierro a los 14 y 19 metros de altura, con unas grandes vigas que abrazaban la torre para evitar su desencuadernamiento.
El derribo se produjo por motivos de seguridad y su escaso interés artístico.
No se trataba de esta torre, sino de la existente en 1690, cuando según se recoge en las actas del Ayuntamiento, el día 24 de Junio, festividad de San Juan Bautista, entre la una y las dos de la tarde, se levantó un nublado “muy tenebroso”, acudiendo mucha gente a esta iglesia de Ntra. Sra. del Rosario, a pedir misericordia y encomendar la guarda de sus frutos. El Párroco Joseph de Azcona, sacó el Santísimo bajo palio a la puerta de la iglesia y el sacerdote Gregorio de Iblusqueta puso bajo dicho palio la reliquia del Lignum Crucis, subiendo a la torre sacerdotes con diferentes cruces y reliquias y diversos vecinos para asistirlos y tocar a nublado, estando el resto de vecinos, de rodillas, rezando en la iglesia.
Comenzó a llover “una agua muy recia y mucha copia de truenos y relámpagos que atemorizaban al más constante”, después de un gran trueno, cayó un rayo “una centella con mucha luz”, entrando en la torre por la ventana más alta, pasando entre los sacerdotes y vecinos y bajando a la estancia donde están las campanas, matando a dos personas. Bajó, por las escaleras, al aposento del reloj, estropeó el reloj y mató a otras cinco personas, continuando por las escaleras dejando a más de cuarenta aturdidos, doce de ellos muy malheridos y abrasados. Bajó hasta la puerta de la iglesia, donde estaban con el Santísimo y las reliquias el Párroco y otro sacerdote, además de varios vecinos, dando un gran estallido, quedando todos los de la iglesia caídos en el suelo, aterrorizados y “llenos de susto y lágrimas”.
A pesar de que este trágico suceso, dejó siete muertos y algunos malheridos que posteriormente fallecieron, se consideró que podían haber fallecido muchísimos más y dieron gracias a Dios.
En recuerdo de este acontecimiento, como acción de gracias y en sufragio por las almas de los fallecidos en este suceso, la Corporación Municipal, acordó se instituyera a perpetuo la celebración de una misa por la mañana y una procesión a la tarde, el mismo día 24 de Junio, festividad de San Juan Bautista, comenzando dichos actos el siguiente año de 1691. Esta misa pasó a llamarse “misa de la centella”.