Hasta los años 1970s, han existido numerosas modistas, bordadoras, sastras, camiseras, pantaloneras y tejedoras de prendas de punto, que ejercían su profesión en su propia casa, a las que podían acudir jóvenes para aprender lo que se denominada “Corte y Confección”. En localidades importantes existían los llamados talleres de costura.
Se aprendía a hacer ojales, a coser botones a coger bajos de prendas y dobladillos de los pantalones con hilo y aguja (las máquinas de coser todavía no eran habituales), es decir, sin ser profesionales, sabían hacer frente con mayor o menor destreza a las necesidades habituales que podían originarse en una familia.
En épocas en que las ropas eran generacionales, es decir que pasaban de una a otra generación, de padres a hijos, aunque en mayor medida de hermanos mayores a hermanos pequeños, o las madres realizan esta tarea o había que aprenderla para poder vestir a los miembros de la unidad familiar.
A los abrigos de los hermanos mayores se les daba la vuelta, es decir el interior se sacaba al exterior, y la prenda quedaba como nueva para el hermano pequeño y así sucesivamente hasta que el tejido no aguantaba más o no había ya hermanos.
La compra de prendas de vestir se reservaba para ocasiones excepcionales y era muy frecuente que en comuniones y bodas, se utilizasen los trajes de hermanos o de hermanas utilizados en las ceremonias anteriores.
Había un dicho que recogía el sentir y situación de esos años y que decía:
“Estoy loco de contento, porque me ha hecho mi madre, unos pantalones nuevos, de unos viejos de mi padre”.
Las jóvenes, aprendían habitualmente a desenvolverse en este tipo de tareas, pues, desde niñas, aprovechaban las sobras de telas para confeccionar vestimentas para sus muñecas. Normalmente la muñeca era única y para bastantes años y si se quería novedad había que proveerla de vestuario variado. En localidades pequeñas, eran las personas mayores, madres, abuelas o vecinas las que enseñaban a realizar estas tareas.
El comercio del pret-à-porter, supuso un importante varapalo para estas profesiones. Hoy existen los comercios en que proliferan estas prendas ya confeccionadas, en tiendas de franquicias nacionales o internacionales, con prendas elaboradas, incluso en otros continentes.
Actualmente, alguna joven con edad comprendida entre 15 a 30 años, como puedan ser hijas nuestras o de amigos, los bajos de los pantalones vaqueros o los llevan a las madres o los ajustan con grapas metálicas; desde luego son prácticas y no precisan aprendizaje alguno, pero mi mujer dice que “no es lo mismo”, incluso coincido con su opinión, -en lo de los bajos de los pantalones, quiero decir-.
