0000-00-00 – Alabardero. Daniel Librada Francés “Quintín”, jefe de centuria.

Los alabarderos reciben este nombre por la alabarda (arma parecida a una lanza) que portan y representan a los soldados romanos que custodiaban el sepulcro de Jesús.
Tradicionalmente han desfilado dos centurias de alabarderos, una por cada una de las dos Parroquias existentes; una del Rosario y otra de San Miguel, al frente de un centurión.
El año 1872, el Ayuntamiento dispuso la venta de cuatro trajes de hierro y el del centurión, que salían en la procesión (el comprador Vicente Iriberri, de Madrid, abonó 5.000 reales) y el Ayuntamiento encargó cuatro de hoja de lata doble de la misma forma. Los construyó Manuel Marcilla, por un importe de 800 reales.
Los trajes de hierro vendidos serían los primitivos y quizás donados por anteriores generaciones. Esta decisión pudo motivar la respuesta para la creación de los alabarderos tal como los hemos conocido hasta los años 1970s, si es que dicha medida tuvo una relación directa sobre el tema.
Ciertos componentes de estos trajes había que repararlos todos los años, por su deterioro en el transcurso de la procesión, realizando los hojalateros corellanos artesanía del más alto nivel, para que estuviesen en condiciones para el año siguiente. Finalmente se ha optado por ir sustituyendo los trajes originales por otros actuales, ya que va resultando imposible su reparación.
Varios corellanos han popularizado su participación como alabarderos, destacando Daniel Librada Francés “Quintín” como jefe de centuria, desde 1911 hasta 1984, en que ocupó su lugar su hijo Ricardo.
Daniel, según comenta su hijo Ricardo Librada Sanz, únicamente no salió un año, por padecer una fuerte gripe y fue el creador de los llamativos “cruces” que realizan los alabarderos al cambiar de lado en el sentido de la marcha. El apodo de “Quintín” se debe a que el nombre de su padre era, Quintín Librada Jiménez.
En los años 1933 y 1934 que no salió la procesión por la situación en que se encontraba España, Daniel formó una cuadrilla de los más fervientes seguidores y vestidos de alabarderos montaron guardia ante el Cristo durante la función de las Siete Palabras.
Ricardo, como otros tantos corellanos, tomó el relevo de su padre en la procesión.