En Corella había varios pastores de ovejas, unos empleados por los propietarios de los rebaños y otros tenían rebaño propio y admitían cabras de particulares para llevarlas todos los días a pastar, previo pago de una cantidad denominada “dula” de ahí que a algunos pastores se les llamase “duleros”.
El pastor tocaba una trompetilla como si fuese un pregonero. Repetía la ruta de calle Santa Bárbara, Tajadas y San Roque hasta salir al campo.
Los dueños de las cabras sabían la hora de paso del pastor y, cuando escuchaban la trompetilla, abrían las puertas y las cabras salían para reunirse con el rebaño.
Al regreso del campo, que era al atardecer, el pastor seguía su camino y conforme pasaban por las calles, cada cabra se marchaba sola a su casa, presentándose en el domicilio, se les abría y entraban al corral.
Cada propietario ordeñaba diariamente a su animal y se beneficiaba de la leche y del cabrito cuando parían.
1970-00-00 – Pastor de ovejas. José González Miguel.