En los espectáculos taurinos celebrados en esta Plaza del Mercado, entiendo serían los acontecidos hasta los años 1850 en que por iniciativa particular se construyó la Plaza de Toros, la Presidencia se ubicaba en el balcón del piso primero de la casa de la izquierda, casa con dos escudos con las armas de Corella en su fachada, que era la Casa de la Ciudad y que en los años 1750s albergaba la Escuela Municipal y vivienda del maestro. Esta casa, muy posteriormente, pasaría a propiedad de la familia Poyales y se ubicarían una farmacia y una droguería.
Para las fiestas patronales, en el centro del “Mercao” se colocaba una estructura de madera, como a metro y medio del suelo, a la que subían, mediante una escalerilla, los músicos de la Banda Municipal.
El quiosco se construyó el año 1928, siendo alcalde Pepe Allué, bajo cuyo mandato se construyó también el de la plaza de la Merced. Este quiosco permaneció hasta 1995 en que se realizó una remodelación de la Plaza.
En julio de 1891 se inauguró la primera oficina telegráfica en Corella, que en 1893 estaba situada en calle la Rúa. Hacia 1928 estuvo ubicada en el segundo piso de la casa de los Virto de Vera, Plaza de los Fueros 8, y en el año 1934, en un bajo de la casa número 10 de esta misma Plaza.
En los años 1690s, cuando con motivo de la celebración de la festividad de la Natividad de la Virgen, en los primeros días de Septiembre, se celebraban corridas de toros en esta Plaza del Mercado, se solicitaba la autorización correspondiente al Obispado de Tarazona, a cuya Diócesis pertenecía Corella, por “tener una porción de sagrado”, ya que en las proximidades de la iglesia había enterramientos humanos, realizados con anterioridad, en el transcurso de los tiempos.
Las familias de abolengo financiaban la construcción de capillas, en iglesias y conventos, como lugares privilegiados para enterramiento de los miembros de dichas familias, por lo que eran enterradas dentro de las iglesias, quedando las proximidades de dichas iglesias y conventos para el pueblo llano.
Estos enterramientos, pudieron realizarse hasta la celebración del Concilio Vaticano II (1962-1965), que prohibió los mismos, permitiendo tan sólo, en el interior de los templos, la inhumación de los cuerpos de obispos o sacerdotes.