La Sala VI (Coro bajo) es la sala de Claudio Coello, en donde podemos contemplar dos retablos donados en 1753 por Teresa Ágreda, casada con Pedro Goñi y Loyola, quintos abuelos de María Teresa Sáenz de Heredia y Arteta, fundadora junto a su marido José Luis Arrese de este Museo.
Estos dos retablos albergan dos magníficos lienzos pintados por Claudio Coello (1642-1693) que representan las “Bodas místicas de Santa Gertrudis” y el “Martirio de San Plácido”, pintados al parecer entre 1680 y 1683, en que el autor se trasladó a Zaragoza a pintar la iglesia de los Agustinos, conocida como la Mantería. El primer lienzo, según el profesor José Hernández Díaz, director de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, de Sevilla y presidente del Patronato del Patrimonio Artístico Nacional, como una de las pinturas más importantes de Claudio Coello.
El lienzo del “Martirio de San Plácido” es también una obra importante aunque sin la categoría del anterior.
En esta sala también podemos contemplar un relieve de Nuestra Señora de la Merced en el que se dan desde el bajorrelieve hasta la figura de bulto o talla exenta. En la primera clase de relieves están representados San Pedro Nolasco, Santa María de Cervelló y otros santos fundadores de la orden. En la segunda clase la Virgen de la Merced y, finalmente, como talla exenta podemos ver la del Niño sostenido por la Virgen. La parte inferior está compuesta por figuras que representan cabezas de angelitos emergiendo de las aguas. Fue realizado e mediados del siglo XVIII y procede de la casa que tenían las Mercedarias junto a la iglesia.
En esta sala se colocó una placa de mármol rojo en memoria de don Bartolomé López de Cáseda, natural de Sangüesa y que fue con Felipe IV su segundo en la Secretaría de Guerra, que vivió y murió en Madrid y que fue el segundo esposo de doña Luisa Álvarez del Castillo.
Descansa aquí porque su viuda doña Luisa, que en este Monasterio iba a dedicar a Dios los últimos años de su vida, le quiso tener consigo el resto de sus días, obteniendo la oportuna autorización para el enterramiento, trasladando sus restos desde Madrid.
En junio de 1975, al realizar obras de adaptación del Monasterio para convertirlo en Museo, se descubrió este enterramiento y el cadáver momificado de don Bartolomé López de Cáseda, por un equipo del constructor corellano Antonio Ochoa Igea “Cante”, a quien el Sr. Arrese había encomendado dichos trabajos. En un principio se pensó en algo extraordinario, pero documentando el hecho se tuvo presente que era el cadáver de don Bartolomé, que fue trasladado debidamente embalsamado en 1670, desde Madrid a Corella por su viuda Luisa Álvarez del Castillo. Como se indica, en el lugar se colocó una placa de mármol en recuerdo de este insigne navarro.
