0000-00-00 – Iglesia de San Miguel. Presbiterio y verja.

Subido por: APHC
Categoría: Postales
Fecha: 0000-00-00
Lugar:
Comentario:

La verja que cierra el presbiterio es de plata Meneses y fue adquirida con los bienes donados en su testamento por Doña Marcelina Bisié (1814-1881), que donó su fortuna para que se hiciesen: Las dos torres de la parroquia de San Miguel; los órganos para cada una de las dos parroquias; un reloj para San Miguel, igual al que regaló antes a la parroquia de Ntra. Sra. del Rosario; la decoración interior de San Miguel; las barandillas de plata del altar mayor y los dos laterales.
Las torres fueron proyectas por el arquitecto diocesano de Huesca D. Elías Vallespín.
La decoración no fue buena y provocó la que necesariamente realizó 65 años después Ceferino Cabañas.
Las barandillas fueron modificadas en 1967, por motivos de evolución del culto.

Cuenta una leyenda que, los hermanos Roque y Antonio Aguado, propietarios de la casa palacio de los Aguado, en la calle San Miguel número 1, enviaron de ultramar unas verjas de plata maciza, con destino al presbiterio y servir de comulgatorio. A cambio, solicitaron ser incluidos en la bolsa de insaculados (elegibles) para optar a la alcaldía de la Ciudad, cargo revestido de honores.

Como los Aguado no eran de abolengo, (procedían de una familia humilde, habían emigrado de Corella y se enriquecieron en las provincias de ultramar), la nobleza de la ciudad se negó a tal deseo. A pesar de que el Rey les concedió los títulos de Vizcondes de Aguado, Condes de Montelirios y posteriormente Marqueses de las Marismas del Guadalquivir, sus paisanos nobles no les permitieron figurar en la lista de elegibles para el modesto título de Alcalde local. Sí los incluyeron en la bolsa de insaculados y elegibles a regidores (concejales).
Al recibir la noticia del ultraje de los corellanos, los Aguado ordenaron a los portadores de las verjas que las entregaran al pueblo más cercano que encontrasen. La leyenda indica que la iglesia agraciada fue la de un pueblo cercano a la Almunia de Doña Godina (Zaragoza), donde permanecieron hasta los robos de la francesada.

Por este incidente, Corella se había quedado sin las verjas de plata y 150 años después se sacaron la espina, cuando Doña Marcelina Bisié, en su testamento, acordó dotar a la Ciudad, aunque de plata de Meneses, aquellas verjas que un día malograron los custodios de la nobleza local, al no acceder al deseo de los Aguado.

Las verjas estaban ahí como un quiero y no puedo, pero repararon una dura bofetada, satisfaciendo con ello una soñada ilusión de los corellanos.
Lástima que en la reforma de 1967, por motivos y adaptación al nuevo culto, se desplazaron de su primitivo sitio y prácticamente se destruyeron tontamente.

En la fotografía se pueden observar en su colocación originaria.