(Aquí, se podrían añadir las fotografías, por lo menos de Jesús Bobadilla y Mª Pilar Miranda).
Baldomero Bella, famoso Practicante de Corella, creo que desde el año 1939 hasta los años 1960s, que con su ciclomotor “Velo-Solex”, recorría el pueblo ejerciendo su profesión.
Con el nombre de Practicante o anteriormente Ministrante, se denominaba a los profesionales actuales A.T.S./D.U.E., aunque Baldomero, en dichos años, se atrevía con algunas otras especialidades, ya que incluso realizaba extracciones y colocaba prótesis dentales. En Corella no había dentistas ni estomatólogos y había que trasladarse a Tudela, Zaragoza o Pamplona, para dichas atenciones.
Baldomero, de ascendencia catalana, era culto, gran entendido en fútbol, buen fumador y amigo de tertulias, especialmente las que tenían lugar en la peluquería de Antonio Garito en la Plaza de España, donde se recogían los avisos de servicio de practicante, para su atención en domicilios particulares.
En cuanto a las anécdotas o curiosidades que Baldomero podría contar, expondré una que me afectó directamente y que relato, para reconocimiento de los profesionales de la medicina rural de aquellos años, en cariñoso recuerdo para D. Baldomero Bella y D. Juan José Lahuerta, que fueron dos ejemplos más de estos profesionales vocacionales, cuya profesión ejercían durante las 24 horas del día.
En los primeros meses del año 1945, cuando yo tenía 8 ó 10 meses, padecí una infección en el oído izquierdo y por parte del médico Juan José Lahuerta, recién afincado en Corella, se consideró oportuno trasladarme a Pamplona o intentar administrarme la penicilina sobrante de la conseguida en Madrid, creo que era la primera que se traía a Corella, para tratar a una señora de apellido Malumbres, de la familia de apodo “Cejuda” y que había fallecido. Baldomero como más veterano en ese momento, realizó las gestiones oportunas, ya que el antibiótico había costado una cantidad importante y se precisaba la autorización de la familia; el resultado conseguido fue positivo, afortunadamente para mí. El antibiótico había que conservarlo dentro de un recipiente metálico con frío y estaba depositado en la fábrica de hielo de Pablo Izal, en la calle Losada, 12 (actual González Tablas). Mis padres vivían de alquiler en la calle San Miguel, 1, casa de Marcelino Fernández Mateo “Ganchera”, casa palacio de los Aguado, estando ambas calles muy próximas.
El antibiótico había que inyectarlo cada hora, eran las prescripciones de aquellos momentos, y se planteo la duda de mis padres sobre cómo resolverlo, a lo que Baldomero con su gran profesionalidad, afabilidad y trato, les dijo: “No es preocupéis, preparad café, pasaré la noche con vosotros y cada hora le pondré la correspondiente inyección, dejaré aviso a los serenos de que estaré aquí, por si hubiese alguna emergencia”. Entre la conversación tan amena de Baldomero, el café, las pastas que mi madre preparó y los buenos cigarros que se fumaron Baldomero y mi padre, transcurrió la noche hasta las 6 de la mañana, hora en que D. Juan José Lahuerta, había dicho que pasaría, para que, de ser necesario, se me trasladase a Pamplona. Para esa hora, Baldomero les había comentado a mis padres: “Creo que la infección está curada y no va a hacer falta llevarlo a Pamplona, pero no obstante, será D. Juan José el que disponga”, efectivamente D. Juan José se presentó a las 6 de la mañana y confirmó el diagnóstico, no precisando mi traslado a Pamplona.
Por parte de mis padres y familiares próximos, este acontecimiento me lo han contado en varias ocasiones, incluyendo lo de que se trataba de la primera penicilina traída a Corella, mérito que desde luego correspondía a la familia de la señora ¿Malumbres?, puesto que conseguirla en Madrid no era una gestión nada sencilla.
En cuanto a los honorarios de ambos profesionales, por la atención nocturna y extraordinaria, entendían que estaban incluidos en la iguala anual que las familias tenían con ellos. De ahí la costumbre de las familias de entregar en sus domicilios productos agrícolas o el “presente”, cuando se mataba el cerdo.
El “presente” estaba compuesto por ejemplo, por un par de morcillas, ristra de chorizos, algo de lomo, quizás un salchichón, etc., dependiendo de los posibles de la familia, resultando evidente, la deferencia y agradecimiento hacia estos profesionales de la sanidad, quizás por situaciones similares a la relatada.