Según relata José Luis de Arrese, este Santo Cristo, lo encontró en 1948, detrás del altar de San Bartolomé y estaba sin cruz, totalmente perdida la pintura, destrozadas las manos y sin pies. Después de una restauración cariñosa y, guardado en una vitrina, se colocó en el vestíbulo de acceso a esta iglesia, enfrente a la puerta de la calle de la Reja.
Nada se comenta de su historia; probablemente es aquel que sacaba la cofradía de la Santa Vera Cruz, en las procesiones del Jueves Santo y que Juan de Estañán, como abad de ella, pidió permiso al Ayuntamiento para guardarlo en la capilla de San Sebastián.
Es una talla bellísima del gótico tardío, hecha probablemente a mediados del siglo XV, que no sólo supone la imagen más antigua de la iglesia, sino también el único recuerdo de aquella parroquia, levantada a raíz del incendio de Corella.
El autor de esta importante obra, tal vez la más interesante de todas las que forman el conjunto escultórico de la iglesia, fue un artista profundo y un observador acostumbrado a simbolizar la vida en los síntomas externos de la fisiología; así pudo lograr esta imagen plena de belleza sobria, de majestad serena y de dulce expresión de entrega.
