Los cambios experimentados en la plaza, respecto a la fotografía anterior, son ostensibles ya que se ha instalado el quiosco central y en la torre de la izquierda ya se encuentra colocado el reloj (señala las 11,35 horas).
Respecto al reloj, parece que fue donado por Camilo Castilla Alzugaray e indicar que en el periódico “La Voz de Corella”, en un ejemplar del año 1933 se escribe que este reloj, junto con el de San Miguel y el Rosario, marcaban las horas para control de los corellanos y añade que no coincidían en la hora, cada uno marcaba la suya propia.
El quiosco se construyó hacia 1930, siendo alcalde Pedro José Allué Funes “Pepe Allué”, bajo cuyo mandato se construyó también el de la Plaza de los Fueros. Este quiosco se erigió en lugar del abrevadero que había y acogió un punto de venta de agua del Ebro. (1930?)
El año 1927, se trajo el agua del Ebro desde Alfaro, instalándose inicialmente un punto de venta de agua en el Crucero, posteriormente se abrió otro en la plaza de la Verdura (después Pl. España), desconozco su ubicación, y un tercero en esta Plaza de la Merced. Se vendía a 10 céntimos “Una ochena” el cántaro.
La plaza se llamó de la Libertad entre los años 1931 a 1936, recuperando su nombre a partir de ese año.
La fachada de la iglesia de la Merced era de ladrillo al descubierto y su estilo corresponde a distintos momentos del barroco aragonés, con una gran similitud a la que en 1663 se construyó en Zaragoza para los agustinos, conocida con el nombre de Mantería. Se compone de tres grandes fajas o pisos, los cuales a su vez están divididos verticalmente en tres cuerpos: uno central y dos laterales, que terminando en las dos torrecillas campaneras, tienen aproximadamente la mitad de la anchura central.
El primer piso, con factura correspondiente a la segunda mitad del siglo XVII, tiene un zócalo de piedra sillería y se corona con el clásico entablamento de arquitrabe doble, friso con triglifos y cornisa completa corriendo a la largo de la fachada. No tiene decoración paramental y en sus cuerpos laterales se dibujan dos ventanas, una de ellas cerrada, y en el cuerpo central se desarrolla una portada barroca de medio punto con pilastras laterales y hornacina sobre la cornisa que aloja una imagen de piedra de Nuestra Señora de la Merced. La portada era igual a todas las que se hicieron por aquellos años, pero tosca y mal trazada, parece como si hubiera faltado espacio para desarrollar el cuerpo de la hornacina.
El segundo piso monta sobre la cornisa del anterior y acaba en otro entablamento más sencillo y menos clásico. En cambio, tiene un basamento con motivos barrocos en cadena que unido al casetonado que circunda las ventanas, hace que presente una mayor riqueza ornamental.
El tercer piso tiene las dos torrecillas y una espadaña en el cuerpo central. Las torrecillas con ochavadas y probablemente fueron concebidas para un segundo cuerpo que falta. Son bonitas y de no estar truncadas por el remate de insípidos tejadillos, hubieran sido dos buenos campanarios barrocos. La espadaña es fea y pesada; unas orejillas triangulares sustituyen a los clásicos romanatos curvos del estilo.
En conjunto, la fachada es vulgar, pero teniendo presente la pobreza de Corella en materia de arquitectura religiosa, se podía considerar como la mejor de todas. La de San Miguel es francamente mala, la del Rosario es nueva y no admite comparación; las dos carmelitas (El Carmen y Araceli) tienen la escasez ornamental característica de la orden y la de San Benito, con ser graciosa, es menos monumental.
