Se observan mujeres lavando ropa y entre las dos pilastras centrales del puente, se puede apreciar incluso ropa tendida en los matorrales para su secado.
El lavado de la ropa a puño se realizaba en el lavadero municipal, en los manantiales de Balbiné, El Caidero, en los ríos Alhama, Cañete y Ampol, en canales y acequias de riego, aprovechando su proximidad a las viviendas, en las distintas zonas o barrios.
Creo que hasta los años 1940s, en Corella han existido señoras que se dedicaban al lavado de la ropa, es decir a “hacer la colada”, llamadas lavanderas, que periódicamente realizaban estas tareas, habitualmente en casas de familias “pudientes”.
Las mujeres que desarrollaban este cometido, generalmente eran mujeres que habían quedado viudas, en ocasiones prematuramente, tratándose en ocasiones de los únicos ingresos familiares.
Con la periodicidad acordada, recogían la ropa en los domicilios, se trasladaban a los ríos o al lavadero municipal para su lavado y procedían también a su secado en arbustos, procediendo a su doblado y entrega.
En esos años, muchas prendas, como pudieran ser sábanas de cama, no eran planchadas, reservándose esta labor para prendas más íntimas y que requiriesen este cuidado.
Las planchas de esa época eran grandes herramientas de hierro pesadas, a las que, se introducían carbones, en su interior, en un alojamiento apropiado, para que calentasen la superficie que se aproximaba a la ropa y a base de varias pasadas quedaban alisadas.
Estas planchas disponían de una pequeña salida de humos o chimenea, por donde expulsaban los restos de la combustión del carbón que se producía en su interior.
Existían también planchas que había que aproximarlas a chapas calientes, por ejemplo las chapas superiores de las cocinas de leña, para que cogiesen calor. Es decir se calentaban con una fuente de calor ajena.
Aunque a las generaciones actuales les cueste creerlo, en esos años no había luz eléctrica en todos los domicilios, era exclusivamente para el alumbrado, tratándose además, de pequeñas potencias.
Para el lavado de la lana de los colchones, el relleno de los colchones era de lana de oveja, se solía acudir al río “Mayor”, ya que además de precisarse de mucha agua, se disponía de bastante sitio e incluso se podía colocar la lana en matorrales para su secado, que permitía llevarla a casa en las mejores condiciones posibles.
Secada en su totalidad, se ahuecaba “vareaba” y se volvía a recomponer el colchón y, hasta el año siguiente, o dos, o más años. Había un par de familias que se dedicaban a la tarea de recomponer los colchones.
La fotografía puede ser hacia los años 1920-1930s, todavía en los domicilios no había agua corriente.
Fue hacia el año 1932 cuando, por el Ayuntamiento, se concedieron las primeras autorizaciones para las instalaciones de agua potable del Ebro en domicilios y establecimientos.